Perdóname, señor, si he amado por encima de mis posibilidades.
En el burdo intento de vivir no he optado por fingir.
Se me notan los sentimientos: esa es mi melodía.
Si huelo la mentira, arrugo la nariz;
si presiento la belleza, se me iluminan los ojos.
No sé sonreír: cuando creo estar aprendiendo
yo mismo censuro el intento.
Y así voy, con los labios borrachos,
buscando un beso que no he pedido.
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