Todo parecía normal, hasta que fue al aseo. Se disponía a lavarse la cara, cuando, de repente, descubrió que su nariz no estaba. No fue la incapacidad para descubrir su aliento pestilente, sino el preocupante nubarrón blanco que se reflejaba en el espejo lo que le hizo percatarse del preocupante cambio. "Lo que hace la falta de sueño", pensó. Sin darle más importancia, se dirigió hacia su oficina. Para su mayor tranquilidad, ningún compañero se alarmó sobre su aspecto ni le miraron con más curiosidad de la que acostumbraban. Después de aquel largo día, y mucho más relajado, se fue a dormir sin ningún temor.
A la mañana siguiente, olvidando el incidente del día anterior, ni siquiera prestó atención a su cuerpo. Siendo mediodía, justo después de haber comido, fue al baño a lavarse los dientes cuando descubrió que su boca había disminuido de tamaño de forma espectacular.
Consciente de sus dos últimos despertares, su mente comenzó a disparar hipótesis:
- "¿Existirá el karma y esta es mi forma de pagarlo...?"
- "¿Conozco a alguien que pudiera gastarme semejante broma pesada...?"
Dado que no conseguía dilucidar ninguna respuesta, optó por continuar su actividad en el despacho para difuminar sus peores miedos. Una cuestión le inquietaba profundamente: "a juzgar por cómo se comportan los demás sólo yo veo estos cambios", "¿Estaré dentro de un sueño...?". Procedió a darse un pellizco en la mejilla y se lamentó de la fuerza con que lo hizo. "Tenía que cerciorarme"-se alivió a sí mismo-. "Maldita sea, algo malo está ocurriendo".Desorientado, confuso y sabedor de que el día podía terminar peor, decidió ir a acostarse. La idea de despertar con una nueva mancha le abrumaba, pero, por otro lado, era la única manera de comprender el verdadero alcance de sus situación. Creía que el miedo a la muerte era el sentimiento más primitivo que había experimentado, pero sin duda el pavor a la desaparición era mucho peor.
Totalmente agitado y desesperado al cabo de unas horas abrió lentamente los ojos("esto solo puede ser una buena señal"-puntualizó-). Se incorporó lentamente y se estremeció ante lo que tenía a su vista: una horrible mancha blanca emborronaba su cuerpo. Parecía haber sido devorado por el cielo. Sin más dilación se giró a la derecha y vio ante el espejo el auto-retrato más macabro de toda su vida. Preso de la desolación, echó mano del despertador con la esperanza de que marcara la fecha de ayer. Sin embargo, lo único que encontró fue una nota escueta y rotunda que decía: "amarás tus defectos"
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